martes, 16 de diciembre de 2008

Sobre los supuestos derechos de autor

"Sólo podemos dar aquello que ya es de otro"
J. L. Borges


Cultura.

(Del lat. cultūra).
1. f. Cultivo.
2. f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.
3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.
4. f. ant. Culto religioso.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados


El ser humano es un animalito que necesita vivir en sociedad y así lo hace.
De la comunicación y la interacción con sus semejantes y consigo mismo, nacen las normas, los valores y las experiencias a las que se les denomina "Cultura".
Esa transmisión permanente de Cultura desencadena el proceso de interpretación, apropiación y creación de lo que llamamos Conocimiento.
Es decir, que todo tipo de conocimiento es siempre producto de la cultura en la que se desarrolla; y la cultura a su vez, es producto de la manera en que interactúan los individuos de una misma comunidad.
Las grandes teorías científicas, estéticas o filosóficas no nacen del genio de ciertos hombres per se; sino más bien, es el genio el que permite a ciertos hombres intuir de un modo particular las experiencias y conocimientos “flotantes” de su época; marcando, muchas veces, el rumbo que después otros tomarán.
Así podemos ligar a Freud con el Psicoanálisis, a Schoenberg con el Dodecafonismo y a Bretón con el Surrealismo -por citar sólo algunos ejemplos- afirmándolos como creadores, cuando en realidad, sólo habría que reconocerles la capacidad de síntesis y la intuición mostradas al momento de exponer sus ideas.
Cualquier producto resultante de la inteligencia humana, es pues, propiedad común del ser humano. Ya sea que hablemos de poemas, novelas, ensayos, piezas musicales, grabaciones en video, marcas comerciales, publicaciones gráficas, software, etc.
Aquí vamos a referirnos principalmente a lo musical por dos sencillas razones: por ser pan de cada día de éste quien escribe y sobre todo, porque la música es la responsable más directa del asunto que aquí nos compete.
El atractivo de compartir archivos musicales fue el crack del crecimiento de la Internet. Impulsó la demanda para accesos más poderosos a Internet mucho más que cualquier otra aplicación. Sin duda fue la aplicación que impulsó la demanda de ancho de banda. También puede que sea la aplicación que impulse la demanda de regulaciones que, al final, acaben matando la innovación en la Red.

Volviendo la vista

Existen casos aislados de autores como Marco Vitruvio que ya en el año 25 a.c. se ocupaba del tema de la propiedad intelectual en su Libro Séptimo de Architectura, diciendo:

“Ahora bien, así como hay que tributar merecidas alabanzas a éstos, incurren en nuestra severa condenación aquellos que, robando los escritos a los demás, los hacen pasar como propios. Y de la misma manera, los que no sólo utilizan los verdaderos pensamientos de los escritores, sino que se vanaglorian de violarlos, merecen reprensión, incluso un severo castigo como personas que han vivido de una manera impía".

Sin embargo, no es hasta tiempo después de la aparición de la imprenta, que aparece la posibilidad de proteger no sólo un objeto como propiedad intelectual, sino sus múltiples reproducciones como fuentes de la misma.
Así pues, el Estado comenzó a controlar las producciones con un doble fin: proteger a quienes invertían –no tanto a los creadores- en la difusión de obras y controlar esta nueva fuente de “oposición al poder”. Bien sabido es que nada revolucionó tanto el pensamiento humano, como la aparición de la palabra impresa.
Así, en 1710 se otorga la primera protección formal al derecho de autor a través del estatuto de la Reina Ana de Inglaterra, que crea el derecho exclusivo a imprimir. En España, la primera ley data de 1762 y en Francia, es hasta 1791 cuando se suprimen los privilegios de los impresores y surge el derecho a favor de los creadores.
Estos datos cobran especial relevancia, desde mi punto de vista, si recordamos el ejemplo de Leonardo Da Vinci.
El famoso inventor, arquitecto, pintor, escultor, músico e ingeniero florentino, sin duda una de las mentes más brillantes que la humanidad ha conocido, murió en el año 1519 y jamás tuvo que preocuparse en vida de proteger su extensa e influyente obra de posibles atracos.
En nuestra tradición, la propiedad intelectual es un instrumento. Crea la base para una sociedad ricamente creativa pero se queda en una posición subordinada con respeto al valor de la creatividad. El debate actual ha puesto esto del revés. Hemos llegado a preocuparnos tanto con proteger el instrumento que hemos perdido de vista el valor que promovía.
Así es común que la escena musical mundial esté repleta de artistas con poco talento creativo y tengan al mismo tiempo una aceptación general por parte del público.
Es normal hoy en día, enterarse de que algún nuevo cantante pop inventó un montón de canciones aburridas y poco artísticas –desde el punto de vista creativo- con las cuales consigue hacerse de una importante remuneración económica.
Con esto podemos afirmar, entonces, que la llamada piratería no es otra cosa que el hijo no reconocido del capitalismo en su estado más salvaje.
Sólo así se explica que un personaje como Leonardo jamás fuese “pirateado” en vida y pese a lo trascendental de su obra jamás tuviera que preocuparse al respecto; y que la estrellita fugaz de turno -llámese Ricky Marti o cualquiera de su tipo- tenga siempre que preocuparse de no ser pirateado. Y no por el talento que dicho “artista” pueda tener, pero por las ganancias que percibe de su obra.
El derecho de autor tuvo en sus orígenes un caracter material y territorial y sólo se reconocía dentro del territorio nacional pues al referirse a obras literarias el idioma suponía una barrera. Sin embargo, tomando en cuenta la universalidad de las obras del espíritu cuya explotación traspasa las fronteras físicas, se vio la necesidad de proteger el intercambio cultural de modo que se preservase tanto los derechos morales como patrimoniales del autor.
Así, en 1886, se formalizó una reunión de intelectuales con el fin de crear un instrumento legal para proteger las obras literarias y artísticas. El Convenio de Berna (9 de septiembre de 1886), es el punto de partida y a lo largo de más de un siglo, ha contado con otras reuniones igualmente importantes como la Convención Universal y el Convenio de Roma -por citar algunas- para sentar bases de protección para los creativos intelectuales.

Mr. Disney

En 1928 nació un personaje de dibujos animados, al que con el tiempo se le conocería como Mickey Mouse.
Un año después de aparecer la primera cinta sonora, la inolvidable “El cantor de jazz”, nuestro ratoncito hace su aparición en su primera cinta sonora titulada Steamboat Willie.
En dicha cinta, Walt Disney copiaría la técnica utilizada en El cantor de jazz y mezclaría el sonido con los dibujos animados. Disney no estaba seguro si funcionaría y sería bien recibida por el público, pero la historia posterior demuestra que vaya si le funcionó.
Dejemos que sea el mismo Walt quien nos cuente lo ocurrido en aquel verano del 28:

“Dos de mis muchachos sabían leer música y uno de ellos tocaba el órgano.
Los pusimos en una habitación en la que no podían ver la pantalla y lo arreglamos todo para llevar el sonido a la habitación en la que nuestras esposas y amigos iban a ver la película.
Los muchachos trabajaban a partir de una partitura con música y efectos sonoros. Después de varias salidas en falso, el sonido y la acción echaron a correr juntos. El organista tocaba la melodía, el resto de nosotros en el departamento de sonido golpeábamos cacerolas y soplábamos silbatos. La sincronización era muy buena.
El efecto en nuestro pequeño público fue más que electrizante.
Respondieron casi instintivamente a esta unión de sonido y animación. Pensé que se estaban burlando de mí, de manera que me senté entre el público y lo hicimos todo otra vez. ¡Era terrible, pero era maravilloso! ¡Y era algo nuevo!”


Disney había creado algo muy nuevo, basándose en algo relativamente nuevo. El sonido sincronizado dio vida a una forma de creatividad que raramente había sido –excepto en manos de Walt- algo más que un relleno para otras cintas. Durante toda la historia temprana de la animación, fue la invención de Disney la que marcó la pauta que otros se esforzaron por seguir. Y bastante a menudo el gran genio de Walt Disney, su chispa de creatividad, se basó en el trabajo de otros.
Ese mismo año, el genial cómico Buster Keaton creó Steamboat Bill Jr, su última cinta muda producida de forma independiente.
Ésta cinta apareció poco antes de Steamboat Willie de Disney, la coincidencia de títulos no es casual. Steamboat Willie es una parodia directa en dibujos animados de Steamboat Bill Jr y ambas tienen como fuente una misma canción: "Steamboat Bill".
Es decir que Mickey Mouse tuvo su origen a partir de Steamboat Willie, la cual a su vez, tuvo origen en Steamboat Bill Jr de Keaton.
Éste “préstamo” no era algo único, ni para Disney ni para la industria. Walt estaba siempre repitiendo como loro los largometrajes para el gran público de su tiempo. Lo mismo hacían muchos otros.
Los primeros dibujos animados están plagados de obras derivadas, ligeras variaciones de los temas populares, historias antiguas narradas de nuevo. La clave para el éxito era la brillantez de las diferencias.
Con Disney, fue el sonido lo que le dio chispa a sus animaciones. Más tarde, fue la calidad de su trabajo en comparación con los dibujos animados producidos en masa con los que competía. Sin embargo, estos añadidos fueron creados sobre una base que había tomado prestada. Disney añadió cosas al trabajo de otros antes que él, creando algo nuevo a partir de algo que era apenas viejo.
Pienso en los cuentos de los hermanos Grimm a los que Disney se acercó asiduamente.
Actualmente y en gran medida gracias al trabajo de Walt Disney se ve en los cuentos de hadas, historias dulces y felices, apropiadas para cualquier niño a la hora de acostarse. En realidad, estos cuentos resultan batante siniestros. Solamente unos cuantos padres pasados de ambición se atreven a leerle a sus hijos, esas historias llenas de sangre y moralina.
Solamente unos padres iletrados e indiferentes son capaces de construir en el imaginario personal de sus hijos, ideas sobre hadas que mágicamente resuelven conflictos, bellas damiselas que esperan la llegada de su príncipe azul, quien vendrá a rescatarlas de todos sus males para llevarlas a vivir felices por siempre.
El ejemplo más contundente a este respecto, es lo que yo llamo (sin derechos de autor) el “Complejo de Princesa”.
Mujeres de cierta idiosincrasia y/o posición social, en esa edad en la que son “elegibles” y que descuidan la autonomía, la preparación y realización personales, añorando encontrar a un hombre que les resuelva la vida. Entendiendo “resolver” en el más estricto sentido posmoderno: económicamente hablando.
La lista de las obras que Disney creó a partir de otros es muy extensa, pero en todos los casos, Disney tomó creatividad de la cultura en torno suyo, mezcló esa creatividad con su propio talento extraordinario y luego copió esa mezcla en el alma de su cultura. Toma, mezcla y copia.
Esto es un tipo de creatividad. Es una creatividad que deberíamos recordar y celebrar. Hay quien dice que no existe creatividad alguna excepto ésta.
Consideremos, por ejemplo, una forma de creatividad que les resulta extraña a muchos grupos culturales pero que es imposible de evitar en la cultura japonesa: el manga o los comics. Los japoneses son fanáticos de los comics, forman parte de su cotidianeidad. Del total de publicaciones gráficas registradas anualmente en el Japón, el 40 % son comics y el 30% total de los ingresos por publicación, provienen de ellos.
Existe también en Japón, un tipo de comic denominado doujinshi.
Los doujinshi son un tipo de imitaciones de comics y una rica ética gobierna la creación de éstos. No es un doujinshi si sólo es una copia; el artista tiene que contribuir de alguna forma al arte que está copiando, transformándolo de un modo sutil o significativo; ya sea modificando los escenarios o a los protagonistas.
Existe en Japón un gran mercado para estas creaciones, el cual florece al amparo de la ilegalidad. Lo desconcertante es el hecho de que se permita la existencia de los doujinshi.
Sin embargo, éste mercado ilegal existe y, de hecho, florece en Japón, y en opinión de muchos, el manga florece precisamente porque existe. Tal y como le dijo Judd Winick, creadora de novelas gráficas estadounidenses a Lawrence Lessig, autor del libro “Free Culture” mismo que dio origen a la columna vertebral de éste ensayo y el cual fue publicado bajo una licencia de Creative Commons:

“Los primeros días del comic en los EEUU eran muy parecidos a lo que ocurre hoy en Japón. […] Los comics estadounidenses nacieron al copiarse los unos de los otros. […] Así era como [los artistas] aprendían a dibujar: yendo a los libros de comics y no calcándolos, sino mirándolos y copiándolos” y basándose en ellos.
Walt Disney sabía mucho al respecto. Eso forma parte de su genialidad y me atrevo a decir que de su originalidad también.

Los izquierdos de autor

Vivimos en un mundo que celebra la “propiedad”. Yo también soy de los que la celebra, como creador y como individuo. Yo también creo en el valor de la propiedad en general y creo también en esa forma rara de propiedad que los abogados llaman “propiedad intelectual”.
Una sociedad grande y diversa no puede sobrevivir sin propiedad; una sociedad grande, diversa y moderna no puede florecer sin propiedad intelectual.
Pero sólo hace falta un segundo de reflexión para darse cuenta que hay un montón de valor en las cosas de ahí afuera que la idea de “propiedad” no abarca. No quiero decir “que el dinero no te puede comprar amor” que dirían los Beatles, sino más bien, al valor que es sencillamente parte de un proceso de producción, incluyendo la producción comercial y la no comercial.
Así, las cosas que cualquiera toma cuando practica la creatividad estilo Disney, tienen valor y nuestra tradición no ve esto como algo malo. Algunas cosas siempre permanecen libres para que cualquiera las tome dentro de una cultura libre.
Sería sumamente engorroso, como compositor, si uno tuviera que pagar por practicar el solfeo, la armonía o el contrapunto. Es decir, que pese a que todo el conjunto de notaciones musicales, escalas, acordes y demás fue inventado por otros antes que uno, a nadie se le ocurre que un creador tenga que pagar por utilizar el pentagrama o cualquiera de las llaves con las que un músico trabaja al momento de escribir una sinfonía, por ejemplo.
Si esto funcionara así, es muy probable que el mundo se hubiera visto privado de muchas de las grandes obras artísticas debido a que comúnmente los creadores no disponen de los medios necesarios, ni siquiera para subsistir.
Internet vino a derrumbar un montón de usos y costumbres.
Hoy en día, un músico –como nunca antes en la historia humana- es capaz de autogestionar su trabajo sin recurrir a terceros y aun así llegar a un número mucho más grande de personas, lo que nos deja de nuevo de frente al dilema de seguir vendiendo la cultura o regresarla al grupo de donde salió.
Actualmente es muy popular la idea de reservar los derechos de una manera que permita al autor recibir una remuneración por su trabajo pero al mismo tiempo permitirle a otros hacer uso de su obra y así enriquecer la cultura en la que todos estamos inmersos.
Creative Commons, Coloriuris, GPL , las llamadas licencias Copyleft, son sólo algunas de las opciones reales con las que ahora cuenta cualquiera que desee promover su obra permitiendo que otros hagan uso –comercial o no- de la misma, así como también poder utilizar la obra de otros al momento de crear.
En lo personal, me resulta no sólo una buena alternativa para burlar el totalitario Copyright, sino que creo firmemente que este tipo de licencias son el futuro de aquellos a los que nos interesa ofrecer y recibir cultura, pero sobre todo, hacer que la cultura “fluya”, enriqueciendo así, a todos quienes somos parte de ella.

La industria NO es la música

No señor, no lo es.
Es muy fácil olvidar que la industria es relativamente nueva en la historia humana y que la música ha sido la música desde que el hombre es el hombre.
Veamos un caso hipotético:
Un músico crea un montón de canciones y aunque puede optar por conservarlas para sí mismo, decide compartirlas con otras personas.
Algunas de esas personas las encuentran admirables y disfrutables, así que piden al autor una copia de las mismas para su deleite individual. Éste puede optar por regalarlas, o venderles a los otros la oportunidad de escucharlas y así obtener una buena o mala remuneración por su trabajo. Imaginemos que muy pronto la obra se vuelve popular y el autor quiere dar a conocerla a un mayor número de personas pero no cuenta con los medios para tal fin, así que recurre a alguien que sí los tiene, pactando una parte del porcentaje de las ganancias.
Al paso del tiempo, el intermediario -que no tuvo nada que ver con el acto creador- se da cuenta del buen negocio que se le ha presentado y con lo que ganó, comienza a auspiciar a más artistas y les exige cada vez más obras. Algunos creadores desistirán por considerar que su trabajo es más importante que las ganancias y algunos otros mantendrán ese pacto, considerando la oportunidad de obtener una mayor remuneración económica a cambio, muchas veces, de apartar su creación –al menos en parte – de su intención original.
El problema llega el día en que el intermediario descubre que tiene en sus manos el poder de redireccionar las obras de aquellos a quienes auspicia, hacia donde él lo desee. Es decir, se apropia del mercado y entonces el arte corre el riego de convertirse en simple mercancía de consumo. Una cosa es entretener y otra muy distinta es expresar algo. Ambas bien pueden ir de la mano, pero bien sabido es que difícilmente funciona así.
Eso ha pasado desde hace algunas décadas y el resultado evidente es el actual estado de las cosas.
Infinidad de productos culturales vendidos como “mercancías” que sólo actúan en detrimento de la cultura popular, paradigmas culturales demasiado precarios, sociedades enajenadas y cada vez más incapaces del deleite estético real, individuos aislados y/o alienados. En general, grupos sociales cada vez menos “cultos”.
Éste seguiría siendo el tenor de las cosas, de no ser por la llegada de la Internet.
En general, quienes se muestran más reticentes al concepto de “cultura libre” no son los creadores sino los empresarios de la música. Gente que vería minado seriamente el caudal de sus ingresos, si la cultura se aceptara como lo que es: propiedad de todos y de nadie.
La industria está condenada a desaparecer. Ellos lo saben mejor que nadie y hacen grandes esfuerzos por adoctrinar a sus consumidores en el hecho de defender la “originalidad” de sus productos.
Un ejemplo muy claro es lo que sucedió cuando el CD desplazó al acetato o LP.
Fabricar CDs es mucho más barato que fabricar LPs y pese a esto, cuando las compañías disqueras introdujeron el formato CD, los precios para el consumidor no sólo no se redujeron, sino que por el contrario, aumentaron considerablemente.
Yo pienso que lo mejor que le podría pasar a la música sería precisamente quedarse sin industria. Los tiempos, en efecto, han cambiado.
Crear una pieza musical cuesta trabajo, y muchas veces, mucho trabajo. Pero sólo cuesta trabajo una vez.
Entonces, si yo creo una obra cualquiera, quiero que se me recompense por mi trabajo, de acuerdo al valor del mismo –que no corresponde al artista asignar- pero que se me recompense una vez y ya.
Sinceramente –y lo digo como creador- no entiendo por qué hay que pagarle a un creador por cada vez que su obra es reproducida -por él o por terceros- si nada de trabajo le cuestan esas ejecuciones.
Este tipo de principios son los que hicieron de la industria, un monopolio controlador. Peor para los que están en medio de eso.
El caso de la pintura nos sirve de ejemplo para esto.
De modo sucinto, el registro de derechos sobre un cuadro funciona así:
El pintor crea el cuadro y lo vende como puede, donde puede y al precio que puede. Si es un autor reconocido, ya lleva ventaja.
Después el comprador de dicho cuadro pasa a ser el propietario del mismo, y puede venderlo en lo que desee, sin tener que darle al autor un solo centavo por eso, siempre y cuando, eso sí, respete la autoría del pintor y haga mención de la misma cada que haga dinero exponiendo el cuadro en salas o revendiéndolo.
Vincent Van Gogh vendió un solo cuadro en vida. Y en realidad no él sino su hermano Theo. Hoy en día los cuadros de Van Gogh se encuentran entre los más cotizados en el mundo entero.
Como la mayoría de los genios, Vincent padeció el no ser comprendido por sus contemporáneos y sin embargo, las circunstancias en las que ejerció su oficio, hicieron que Van Gogh nos regalara siempre un arte genuino, honesto y humano.
Hace falta una regularización exhaustiva sobre la manera en la que compartimos nuestra cultura, empezando por Internet.
Mientras eso pasa, nos queda seguir creando y seguir siendo creados por nuestra cultura, que al final es el reflejo exacto de lo que somos.

jueves, 11 de diciembre de 2008

martes, 18 de noviembre de 2008

Quemar el silencio es hacer las naves

John Cage nunca aprendió a armonizar.
Él aprendió a poner clavos, madera o papel en el piano, a licuar verduras en los conciertos; él aprendió a poner en el papel esa música misteriosa que nace cuando nadie se lo propone.
John Cage vino a sacudir a toda la música occidental para sacarla del letargo canónico en el que se encontraba sumida desde hacía ya algunos siglos.
-Para usted, la Armonía es como una pared de concreto que nunca podrá derribar -le diría en cierta ocasión, algún pardo maestro -a quien la historia no consigna- a un Cage veinteañero aspirante a compositor.
-Le sugiero que mejor se dedique a otra cosa.
-Pues estoy dispuesto a pasar el resto de mi vida dándome de golpes contra esa pared -fue lo que él contestó.
Y en cierto modo, lo hizo.
John Cage hubiera sido capaz de arrojar la orquesta entera contra la pared con tal de conseguir que la música fuera esa experiencia irrepetible que lo abarca todo.
Tal vez sí existe una pieza así en su catálogo y es sólo que yo no me he enterado.
Me imagino a un John Cage parado frente a un incrédulo público, luego de terminar dicha pieza, haciéndoles la misma pregunta que Alejandro le hiciera a sus tropas en cierta ocasión.
Cuentan de él, que una vez se metió en un rió tumultuoso, todo con barro, de La India; persiguiendo al ejército enemigo. Y que cuando iba por mitad, sus soldados perdieron pie, aquellas aguas estaban heladas; y se volvió a sus compañeros y les dijo:
-Me cago en la leche, ¿os dais cuenta de las cosas que tengo que hacer para que me tengais respeto? [sic].
Y siguió avanzando.
-Eso pasa poco ahora -diría Escohotado.
Pasa poco, pero pasa.
Sin duda creo que a Alejandro Magno le hubiera gustado el 4'33'' de John Cage.
Quemar las naves es hacer el silencio.

jueves, 6 de noviembre de 2008

El gato de Scarlatti

Pero es que nadie ha contado la historia como en realidad pasó.
Que si su alumno, que si un perro, que si el gato improvisando a cuatro patas…
La verdad es que Hasse nunca llegó a visitarlo esa tarde, ni llevaba consigo un perro ni el gato improvisó al piano el tema principal de la famosa fuga en sol menor cuando intentaba huir de su histórico enemigo. Eso fue lo que él tuvo que contar a la prensa.
La verdad es que toda la música de Domenico Scarlatti fue escrita por Pulcinella, aquella melómana de ojos grises que en las tardes opacas salía a relamerse al amparo de las tibias callejas napolitanas.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Zinacantán: Frío de muerte

Despacio va el frío caminando, bien quedito, como meciéndola a la ojerosa realidad, casi caminándolo a él, que mucho sabe de caminar; sobre los resquicios de ciertos poros. Despacio porque sabe que sólo así la vida ampara y sabe de veras.
En las pupilas acampan todavía "el cuate" y su igualmente desnutrido amo, la hermanita de sonrisa incandescente, la viajera vegetariana con todo y mascota, el comal humeando, la puta de closet, la muerte y su parentela toda junta ahí; esperando al siguiente, al observador, al que escuche.
La María yendo-viniendo toda sudada. Los ojos de la María traen el sudor favorito de Dios. Qué decir de su falda, franca algarabía pluritonal.
-Apurate con las tortillas, pue...
Pero había que regresar, pue...
Y en el camino, es otra vez el frío, sonando sus acordes.
-Tzinacantlān no es ningún lugar, es un camino- dice.
-Aquí el viento cuenta historias a todo el que quiera zambullirse, pue - dice el viejo Ramón, con la pipa retorcida y la neblina escapando de su cuerpo, bajando el muk'ta vits: el cerro grande, sobándolo al camino.
Y casi llegando a San Cristóbal, él no puede más y con la rabia bien templada, le grita:
-Sik ta lajel!!! Son jchon lu' k'usi lok'esel!!!
-No, no…A San Cristóbal vas a llegar vivo.
-Tal vez, pero morirse es quedar libre también.
Y cuando cierra la mirada, el que nunca habla castilla le dice:
-Li hoy a vikit be...
Y él sonríe, pues está muerto y el frío le ha llenado la cabeza con canciones.

jueves, 16 de octubre de 2008

Tuchtlán: 16 de octubre

Como si nomás con correr tantito el aire, uno se olvidara de lo demás.
Es como si nunca te hubiera reconocido como algo propio. Apenitas ni seis meses y ya te estabas yendo lejos, gracias a su endemoniado temperamento.
-Pero ella es así.
-Pero es que vos no tendrías que haberla conocido de esa manera, en principio.
-¿Entonces cómo?
-Ella para vos tendría que haber sido una conocida a la que frecuentas y no, en lo que se convirtió después. Vos no estás hecho para ella.
-Yo no quería irme.
-Pero igual te fuiste.
-Pero regresé lo más pronto que pude.
-Mmm… Quizás para ella ya era muy tarde.
-¿Y qué se supone que hiciera?
-Eso deberías saberlo vos.
-Hice todo lo que estaba en mis manos. Y después…
-Y después te fuiste otra vez.
-Sí. Y esta vez yo sí quería irme.
- ¿Y bien?
-No me arrepiento.
-Pues por eso la perdiste.
-Y ella me perdió a mí. No lo olvides.
-Ya lo viste, todos son ciclos y no hay ninguno que no se cierre.
-¿Te refieres a lo de hace un año…?
-También.
-¿Alguna vez desearemos con tantas ganas de nuevo, un accidente aéreo?
-No lo creo.



-Te quedaste callado…
-Es cierto. No hay lapso que no su cumpla.
-¿Y ahora?
-Ahora quiero dejar las cosas en paz con ella, antes de que me vuelva a ir.
-¿Y qué piensas hacer?
-Pues lo único que sé hacer medianamente bien...
-Ya veo.

viernes, 8 de agosto de 2008

08/08/08

Un día como hoy, de 1605, Carlos IX de Suecia fundaba la ciudad de Oulu.
Poco más de un mes después de la famosa Batalla de Gettysburg, un día como hoy, el general Robert Lee le escribe al presidente de la Confederación, Jefferson Davis, una carta de resignación; la cuál se niega a recibir. La Unión ganaba y con ella, entre otras cosas, los esclavos alcanzarían su libertad.
Ese mismo día de 1863, Andrew Johnson, quien fuera el sucesor de Abraham Lincoln luego de ser asesinado, libera a sus esclavos personales. Fecha que quedará instaurada entre los negros de Tennessee como una celebración, hasta bien entrado el siglo XX.
Thomas Edison, el famoso e influyente inventor consigue una patente más ese verano de 1887. Esta vez por su mimeógrafo. El antepasado directo de las fotocopiadoras.
Hace exactamente cien años, en Le Mans, Wilbur Wright piloteaba un avión por primera vez en público, volviendo locos a los franceses.
La Unión Soviética le declaraba la guerra a Japón un día como hoy de 1945. Para entonces los aviones ya no eran novedad. En Hiroshima todavía nadie podía creer lo que ocurría y en Nagasaki estaban por descubrirlo.
En Japón también, un día como hoy de 1968 se realizaba el primer transplante de corazón, a manos del Dr. Jurō Wada.
Bután lograba su Independencia un día como hoy.
Un día como hoy nacía Emiliano Zapata, pilar y caudillo de la revolución mexicana.
Kim Dae-Jung, un político sur-coreano que con el tiempo se convertiría en presidente de su país, era secuestrado un día como hoy (cualquier parecido con ciertas colombianas es mera coincidencia).
En 1974, luego de destapado el escándalo Watergate, Richard Nixon dimitía de la presidencia de los Estados Unidos. El sucesor, su otrora vicepresidente Gerald Ford, tuvo como primera acción oficial indultar a Nixon, deteniendo así todo procedimiento contra él.
En 1990, un día como hoy, Irak ocupaba Kuwait y dicho Estado pasaba a ser parte de Irak. Lo que desembocaría en la Guerra del Golfo poco después.
El año pasado, el peor tornado en la historia del Estado de Nueva York asoló a la población. Siendo también el peor registrado en Brooklyn desde 1888.
Un día como hoy nacieron el premio nobel norteamericano Ernest Lawrence y el británico y también laureado Paul Dirac. En Rusia nacía la cosmonauta Svetlana Savitskaya, la guapa actriz argentina Cecilia Roth, “The edge” el guitarrista del célebre grupo irlandés U2; Marcelo Balboa, la estrella del soccer norteamericano, una de las máximas figuras de su generación. Un ocho de agosto nacío también el tenista Roger Federer, al día de hoy considerado el mejor del mundo; entre muchas otras cosas que pasaron un día como hoy.
En Taiwán se celebra hoy el día del padre. En mandarín, Ba Ba significa padre y literalmente, 8-8 (agosto, ocho).
Este año, hoy dan inicio los juegos olímpicos en la ciudad de Beijing (antes Pekín, antes Beipíng, antes Yanjing, antes…) en China. Para los chinos, un triple ocho (888) representa una cifra incomparable para la buena fortuna. Cientos de personas se casan este día, mujeres que programan cesáreas, y una infinidad más se embarcan en empresas más o menos temerarias de distintas índoles.
Entre la maldición de los Fuwas, una capital atiborrada de smog y ciertos protestantes tibetanos, el pueblo y el gobierno de ese país se prepara para recibir al mundo, abrir las puertas del Imperio Cultural del siglo XXII y hacer de ésta, una fecha memorable en la historia humana.
Yo no recuerdo haber hecho nada particularmente especial un ocho de agosto. Y no creo que hoy sea la excepción. Por suerte no creo en la suerte.
Sin embargo, decidí seguir el consejo de Li Po (o Li Bai, o Li Bó o… pinches chinos) y hoy sembré una semilla en cada curva tierna de la palabra.
De ciertas palabras.

jueves, 17 de julio de 2008

Ciudadano del mundo


Decía mi abuelo:
Pública, es la mujer que por puta es conocida. Y república, la que por muy puta se deja conocer. Por eso todo aquel que se dice hijo de la República, no es más que un hijo de la gran puta.
O como diría Mafalda:



miércoles, 16 de julio de 2008

Éste que ves


"El de la pintura es un niño desesperado. Necesita salvarse y no imagina de qué. Quiere salir de ahí, no sabe cómo.

Ser niño es entender que el que lleva al infierno es un camino corto. Se llega sin saber, se escapa sin pensar, se vuelve sin querer.

El niño de esta historia se resiste a contarla. Antes que darle un sitio en su memoria, preferiría darle sepultura. Cuando menos lo espera, ya está inmerso en un juego trepidante que le permite todo... menos dejar morir una historia. Se trata de salvarla, ése es el juego.

No es que la infancia sea en sí difícil, sino que sus fantasmas resultan invencibles y sus muros -horror- inexpugnables. En un proceso inverso al exorcismo, el autor se transforma en personaje, el retrato en fantasma, la cicatriz en tinta: "Se escribe, igual que se ama o que se vive, porque no queda más alternativa, ni se ve escapatoria tolerable."


Xavier Velazco.
"Éste que ves"