miércoles, 8 de diciembre de 2010

Palabras para el Aprendiz

Bajó de la tormenta primigenia una tarde, con un fusil de guayabo y un puñado de conjuros que aleteaban panzalcielo. Supo herrumbrar cadalsos con prontitud de cibernauta, no fuera que la muerte ande en secreto.
Hizo de musgo su barca y florecieron serpientes ahí. Se dio a la Sangre y a la Raíz como el mojar se da a la lluvia que lo resguarda.
Qué silbar tonadas de los manzanos que lo vieron a lomo de la suertes de prestidigitador lunero. Todavía son muchos los que se recuerdan de tamaña idolatría; locura, le decían. La gente que lo topa, hace como que ahí no va cruzando por la esquina un aluvión.
Un día, mientras un niño zarandeaba los cabellos a una nube, dejó caer la gota de una lágrima en el río y de él zarparon barcos fulgores mareas rojas y azules y verdes y así.
El niño se hizo entonces arcoíris; a la gente, esto no le gustó nadita.
Aprendiz de brujo lo apalearon lo llamaron.